miércoles, 14 de abril de 2010

"Meridiano de Sangre", Cormac McCarthy

Tengo entendido que a la fecha de escribir esta reseña, está en proyecto, o rodándose, una película basada en esta novela. Desde ya me arriesgo aventurar que ni de lejos se acercará al contenido literal de la historia. El autor lanza la historia con una concisa biografía de un joven de dieciséis años. Y en las trece primeras páginas ocurren más cosas y se hallan más emociones que en muchas novelas de trescientas. La violencia como algo cotidiano, como parte fundamental en la existencia, en el sentido de la vida. 


McCarthy relata sin alardes, sin emoción, de manera aséptica, situaciones de una violencia inimaginable. Nos hace recordar que la violencia incontenible e incomprensible se funde con la naturaleza sin que ésta se inmute. Porque vida, belleza, violencia y muerte forman parte del mismo universo. La narración se recrea en los paisajes y la psicología, a veces primaria, de los personajes.

Descripciones extensas y poéticas del Desierto de Sonora se intercalan con escenas de muerte y angustia. Los diálogos son cortos, escuetos y de una precisión desconcertante.El lector prevé un relato lineal de las aventuras del joven. Pero curiosamente durante gran parte de la novela es protagonista explícito de la narración. Desaparece de escena mientras se narran las peripecias de los personajes secundarios; sin embargo siempre lo tenemos presente, hasta que nuevamente aparece como personaje principal de la narración, sin que en ningún momento lo hubiéramos echado de menos o su ausencia hubiera resultado incongruente en la estructura narrativa.


Digno de mención es el personaje del juez. A mi entender, verdadero protagonista de la novela. El juez es la muerte. Es la elección irrenunciable que devora a sus partidarios. Si participas en su juego y te bañas en sangre, te pedirá el pago de la deuda. Y nada, nada que no sea pagar, vale. Quien a hierro mata a hiero muere. 

Tal vez algunos pasajes introspectivos de los pensamientos e ideas del juez se hagan más complejos y difíciles de entender a primera lectura. Pero Cormac McCarthy tiene el don de los grandes narradores. Ese don hace que, mientras vas leyendo, te des cuenta de que una extraña atracción provoca que no quieras parar de leer.

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