"Era uno de los grandes escritores que teníamos en América Latina, lamento que no se lo haya reconocido y premiado lo suficiente, merecía el Cervantes", comentó ayer, desde México, su amigo Carlos Fuentes, que lo conoció en 1962, cuando Tomás Eloy Martínez era jefe de redacción de Primera Plana. También desde México lo recordó el novelista y periodista Juan Villoro, que lo definió como "un maestro de la crónica". Según contó su hijo Ezequiel, también se comunicaron con la familia Gabriel García Márquez, José Saramago y el periodista estadounidense Jon Lee Anderson.
La carrera de Martínez arrancó como corrector en La Gaceta de Tucuman, y ayer el diario de su ciudad natal evocó esos primeros pasos de quien se convertiría en uno de los principales periodistas y cronistas de la Argentina gracias a libros como Lugar común la muerte. "Lo conocí cuando él tenía 16 años (...) y durante nuestras seis décadas de amistad, siempre hablamos de dos temas: la enfermedad y la muerte. En esas materias, él siempre ocupó el rol del optimista", recordaba ayer Daniel Alberto Dessein, director del suplemento cultural de la Gaceta, en las páginas del diario tucumano.
Las marcas que dejó fueron variadas pero intensas. El Universal, de Venezuela, recordaba su exilio en Caracas entre 1975 y 1983 y su rol en la fundación de El diario de Caracas, "el primer periódico con manual de estilo en el país", además de sus ensayo Los testigos de afuera (1978), donde habló de personajes de la historia de Venezuela "con ojos amorosos y críticos"; el New York Times, igual que el diario El País, lo recordaba como uno de sus columnistas; pero también como cabeza del departamento de estudios latinoamericanos de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey.
Las marcas que dejó fueron variadas pero intensas. El Universal, de Venezuela, recordaba su exilio en Caracas entre 1975 y 1983 y su rol en la fundación de El diario de Caracas, "el primer periódico con manual de estilo en el país", además de sus ensayo Los testigos de afuera (1978), donde habló de personajes de la historia de Venezuela "con ojos amorosos y críticos"; el New York Times, igual que el diario El País, lo recordaba como uno de sus columnistas; pero también como cabeza del departamento de estudios latinoamericanos de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey.
En la Argentina, como era de esperar, también le llovieron elogios. El historiador Osvaldo Bayer , que destacó su libro La pasión según Trelew, lo pintó como "el mejor periodista situacionista argentino de los años 60 y 70, siempre manteniendo una línea moderada que le permitió escribir para diarios de centroizquierda y conservadores".
También hubo quien recordó cómo su búsqueda de la verdad trascendió al ámbito literario. "Fue un testigo clave en la investigación judicial sobre la masacre de Trelew y su libro forma parte del expediente", recordó ayer Gustavo Lleral, secretario penal del juzado federal de Rawson, donde recientemente reactivaron la causa por el fusilamiento de 19 presos políticos que se habían fugado de la prisión patagónica en 1972.
También hubo quien recordó cómo su búsqueda de la verdad trascendió al ámbito literario. "Fue un testigo clave en la investigación judicial sobre la masacre de Trelew y su libro forma parte del expediente", recordó ayer Gustavo Lleral, secretario penal del juzado federal de Rawson, donde recientemente reactivaron la causa por el fusilamiento de 19 presos políticos que se habían fugado de la prisión patagónica en 1972.
Fuente: Diario El Clarín...
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